Caballo de batalla by Michael Morpurgo

Caballo de batalla by Michael Morpurgo

autor:Michael Morpurgo [Morpurgo, Michael]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 1982-01-01T00:00:00+00:00


CAPÍTULO12

Quizá fue el contraste con aquellos pocos meses idílicos que habíamos pasado con Emilie y su abuelo lo que convirtió lo que vino después en una experiencia tremendamente dura y amarga para Topthorn y para mí; o quizá fue tan sólo que en aquel momento la guerra era cada vez más terrible. Había ahora zonas en las que los cañones estaban alineados a escasos metros de distancia entre ellos a lo largo de kilómetros y kilómetros, y cuando disparaban su furia, la tierra temblaba bajo nuestros pies. Las columnas de heridos eran interminables y el campo estaba asolado por completo detrás de las trincheras.

El trabajo en sí no era más duro que el que habíamos llevado a cabo cuando tirábamos del carro ambulancia, pero ya no disponíamos de un establo todas las noches y, naturalmente, ya no podíamos confiar en la protección de Emilie. De pronto, la guerra había dejado de ser lejana. Volvíamos a encontrarnos en medio del terrible ruido y el hedor de la batalla, tirábamos por el lodazal de nuestro cañón, instados, a veces a latigazos, por hombres que demostraban muy poco cuidado o interés por nuestro bienestar mientras transportábamos el armamento a donde tenía que ir. No es que fueran hombres crueles, sino que simplemente parecían impulsados por una compulsión terrible que no dejaba lugar ni tiempo a las simpatías ni a la consideración entre ellos ni hacia nosotros.

El alimento era ahora más escaso. A medida que se acercaba el invierno recibíamos nuestra ración de maíz sólo de vez en cuando y la ración de heno era exigua. Ambos empezamos a perder peso y forma física. Por otro lado, las batallas eran cada vez más frenéticas y prolongadas, y nosotros trabajábamos más duro y más horas tirando del cañón; estábamos permanentemente doloridos y helados. Acabábamos la jornada cubiertos de una capa de fango gélido que nos calaba y nos congelaba los huesos.

El equipo de nuestro cañón estaba integrado por un variopinto grupo de seis caballos. De los cuatro caballos a los que nos sumamos, sólo uno tenía la altura y la fuerza necesarias para tirar de una arma como aquélla, una mole de caballo al que llamaban Heinie y que se mostraba imperturbable a todo lo que sucedía a su alrededor. El resto del equipo intentaba seguir su ejemplo, pero sólo lo conseguía Topthorn. Heinie y Topthorn eran la pareja líder, y yo seguía el paso de Topthorn al lado de un caballito flaco y nervudo al que llamaban Coco. Tenía un montón de manchas blancas en la cara que a menudo incitaba las risas de los soldados cuando pasábamos por delante de ellos. Pero Coco no tenía nada de divertido: tenía el carácter más desagradable de cuantos caballos he conocido. Cuando Coco comía, nadie, ni caballo ni hombre, podía aventurarse a estar a una distancia desde la que Coco pudiera morder o disparar una coz. Detrás llevábamos una pareja perfecta de pequeños ponis de color pardo con crin y cola rubia. Nadie podía separarlos, incluso



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